19 de enero de 2017

Empezando a escuchar discos nuevos... (para mí)

Cerró un año y arrancó otro en una vorágine personal que me resultaba difícil conectarme con los nuevos discos, y se iban acumulando en pilas desordenadas. Necesitaba parar la pelota y recuperar el deseo y el goce de la música. Me bajé de la moto que me hacía escuchar por la obligación de estar al aire, de hacer nota, de musicalizar dos programas de radio.
Volví despacio, ordenando los discos por curiosidad, por evocación de sonidos, por recuerdo de no haberlo escuchado con la atención que merecía, sin tomar en cuenta si eran los comprados, acercados por prensas o por músicos, comprados o regalados por amigos, y empiezo a compartir, hoy, cuatro de los trabajos que vengo disfrutando:


Música Clásica Argentina Volumen II de la Orquesta Popular de Cámara Los Amigos del Chango, disco que esperaba cuando empecé a gastar el primer volumen. Once músicos de alto vuelo que conjugan la exquisitez de arreglos e interpretaciones sin perder el rumbo ni la esencia. Un trabajo colectivo y minucioso sobre nuestra música, un repertorio variado que recorre geografías, tiempos y estilos diversos. Un sonido muy propio que no implica bajo ningún punto de vista una fórmula precisa de abordaje predecible. Una muestra cabal de cómo puede crear libre y colectivamente a la vez. (Gracias Julieta Erdozain y Antonella Felici).


Un bello reencuentro con nuevas canciones me produjo la escucha de Campo Abierto de Carolina Valcarcel. Temas de su autoría, sólidos tanto en lo poético como lo musical sobre ritmos de la música folclórica nacional y latinoamericana. Con excelentes arreglos y variedad de instrumentaciones que dialogan con la voz de Carolina, dulce, fresca y con mucho para decir. Recomendado para todos, pero especialmente para intérpretes que andan buscando repertorio.  (Gracias Ana Torrent)


Me gustan los discos de guitarristas, tanto los grabados en formaciones complejas como los simples:  solo guitarra o a dúo. Por eso elegí entre los primeros Tierra sin nombre del dúo conformado con Claudio Ceccoli en guitarra ( 8 y 16 cuerdas) y Mariano Risso en percusión, edición con CD y DVD de PAI Records. Con este disco entré en loop: me costó dejar de escucharlo tanto desde el sillón en solo escucha como de compañero de actividades. Todas las composiciones del disco son de Ceccoli y lo confirman con un conocedor profundo del instrumento, capaz de conjugar con maestría el ritmo, la armonía, la melodía y también los silencios tan poco frecuentados por instrumentistas virtuosos como es él.  La percusión a cargo de Risso dialoga maravillosamente con la guitarra logrando una conjunción exquisita. Para los amantes de la guitarra como yo, un disco indispensable, y para lo que le tienen miedo a un registro de estas características, una puerta de entrada a nuevas músicas. (Gracias Pintos Gamboa).


Cerrando el año, me encontré con Eugenia Guy para recibir mi pedido del Catálogo de Músicas Argentinas. En esa ocasión también intercambiamos discos de esos que sabemos que el otro va a disfrutar y como somos de la generación del registro físico en vez de mandarnos enlaces compartimos “cajitas”. Entre los que recibí empecé escuchando En la estación de El Mayllín, formación de músicos jóvenes que residen en Córdoba integrada por Juan Aznarez, José Cortez y Nicolás Verón. Un disco integrado por composiciones propias y otras del cancionero popular argentino abordado sobre base de voces, dos guitarras y bombo, que prueba fehacientemente que se puede componer folclore hoy, con un sonido renovado, fresco, joven, profundo sin recurrir a las fórmulas comerciales que garantizan solamente ventas y muchas palmas. Bellísimas versiones de Al ver verás de Spinetta, Sacha Puma de Valles y González y Salsa por la Paz de Jacinto Piedra, pero mi preferido es Como Plumas con un excelente contrapunto de las guitarras y las voces.


Cuatro discos que valen como muestra de mis expectativas para las nuevas temporadas de El Derivario y Música a la Deriva de este año que va arrancando. Si bien el mundo parece estar cayendo encima nuestro, la música nos cobija no para esconder la cabeza en los auriculares como avestruces posmodernos, sino para tomar fuerzas en la resistencia. Nos encontramos pronto, la foto da cuenta de cuánto tenemos por delante.

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