En nuestro programa insistimos con el salir a escuchar música
y comentamos el placer que produce ser parte de esa comunión que se produce
cuando nos conectamos en un concierto los músicos y el público.
El último domingo, en el CAFF, con Cecilia Zabala y todos
los músicos que estuvieron en ese escenario fue todo pura comunión. Una noche
llena de sorpresas, emociones, de canciones y sonidos conocidos para los que la
escuchamos cotidianamente y, también, sonidos nuevos.
El show comenzó con Cecilia y los
músicos que la acompañan haciendo temas de sus discos Pendiente y Presente
Infinito . Luego se quedó sola, con su guitarra en escena y estrenó en público
tres músicas de Violeta Parra: Canto a lo divino, Tres
cuecas punteadas y Tres polcas
antiguas. Estas obras son inéditas, no han sido grabadas más que por
Violeta en cassettes para ser transcriptas, pero nunca han sido difundidas. Cecilia las grabó en un disco próximo a editarse. La
emoción que produjo escucharla, sola, en el escenario, interpretando esas
piezas tan sentidas y tan profundas no es fácil de explicar. Cecilia Zabala
tiene una conexión con su guitarra tal que la hace una extensión de sus
sentidos. Del otro lado, en las mesas, un silencio profundo de esos en que se
puede respirar la emoción ajena.
Luego se sentó Carlos Aguirre al
piano y arrancaron con Estampa de río crecido a guitarra, piano y las dos voces,
al final se sumaron los músicos en Aguaribay y Sueños de arena. Es indudable
que Carlos Aguirre es un referente de la nueva generación de músicos y
compositores y con la humildad que lo cacteriza se hizo parte del grupo, uno
más, y eso se siente en la música que se escucha. Otra vez la comunión.
El turno fue de Franco Luciani, excelente armoniquista. Hicieron Cielo
de ti y luego una versión de Si llega a ser tucumana en la que, confieso, me perdí en la guitarra de Cecilia: miraba sus acordes, sus elecciones al momento
de tocar, o no, una nota, recordaba las tantas versiones escuchadas de esta
zamba y ahí es donde descubro que es completamente distinto el lenguaje de esa
guitarra, no suena a jazz, a bossa, al folclore clásico que escuchamos: es la
guitarra de Zabala, su forma, su sonido que no es solamente original por
técnica sino por lo sentida. Luego volvió la banda al escenario y tocaron con
Franco y la cosa crecía y crecía.
El último set fue a toda máquina, y eso se sentía desde abajo con la
gente y esto tiene que ver con todos los músicos que comparten el escenario:
Eliana Liuni en vientos, que hace más de una vez que uno se pregunte de dónde
viene ese sonido, tiene una ductilidad y talento impresionante, Mariano Martos en
los bajos conversa como los dioses con todos los bajos de la guitarra de siete
cuerdas de Cecilia y Mario Gusso excelente en la percusión tanto en la rítmica
como en sus intervenciones casi minimalistas. Cuesta explicar lo que te pasa
cuando estás en un concierto de estas características porque las emociones se
sienten adentro y no se describen con facilidad.
Queda un domingo más de Zabala, Liuni, Martos y Gusso con Yusa, la
Volonté y Carolina Peleritti de invitadas. Es tu opción para combatir la
melanco del domingo a la noche.
Yo te avisé.
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