27 de febrero de 2017

Nuevas canciones


… yo no elegí esta profesión del canto 
para medrar desde el oficio.
Yo soy, de los que fueron elegidos para cantar
como un orden sagrado
una irrenunciable vocación
un acto de fe.
Por eso canto, 
y cantando soy feliz
porque entablo contigo que me escuchas 
un diálogo de amor.

Pocha Barros


La canción es una protagonista de enorme peso en la música popular. Basta mirar las programaciones de los festivales y encuentros de música para ver que un gran porcentaje de los artistas que se presentan en ellos son cantantes tanto solistas como en diversas agrupaciones. 
Las canciones nos acompañan desde la infancia, nos las cantaban para dormir, para jugar; también en los primeros intentos del amor, la bronca por los conflictos sociales, para acompañarnos con los amigos.
Algunos conocidos cuando que escucharon El Derivario me decían, a modo de crítica, que las canciones que pasaba en el programa “no las conocía nadie” y más allá de juzgar la expresión, lo que pone en tela la frase es el concepto de lo popular como lo conocido por la mayoría. De hecho muchos intérpretes deciden armar su repertorio en esas canciones, en el “una que sepamos todos”.
En lo personal, me gusta apropiarme de las canciones que me marcan, que se me adentran, de esas que canto a solas o a la par de la escucha de los discos y por eso soy un tanto buscador de temas nuevos, a veces nuevos para mi, porque los desconocía y estaban circulando desde años. Me gusta armar mi propio repertorio de canciones que me acompañan en lo cotidiano, que varía en el tiempo. A veces, lo que voy viviendo me trae a la memoria canciones que hacía mucho tiempo había dejado de escuchar y las vuelvo a traer.
Lo que sigue es la experiencia de escuchar cuatro discos de canciones de autor, canciones nuevas, algunas de ellas ya apropiadas en mi día a día, con la intención de compartirlas.





Desde el primer acorde que sonó en Un ínfimo hilo de luz el disco de Juan Arabel supe que me iba a quedar pegado. Y no me equivoqué.
Juan es un jovencísimo cantante y compositor riojano, residente en Córdoba Ciudad que presenta su segundo trabajo discográfico.
Entre  las canciones encontramos chaya, zamba, chacarera, vals peruano que hablan y pintan su tierra y el desarraigo, lo íntimo y lo social, con una poética muy ligada a los grandes compositores riojanos. Canciones que podrían haberse grabado con guitarras, bombo y cajas en una excelente producción, pero que, atravesadas por las sonoridades de la escucha y la formación académica de Juan encuentran un nuevo color, una nueva textura inusual en otros abordajes eléctricos o jazzísticos de la música folclórica, con un alto vuelo musical que en ningún momento pierde la centralidad de la canción y que cohesiona maravillosamente con su voz que sabe ser potente e intimista según la palabra lo requiera.
Lo acompañan de base Federico Lucero en guitarras eléctrica,  acústica y voz, Luciano Maro en contrabajo y Amaro Ferraris  en batería, como invitados Jozho Tello en bombo legüero y cajas chayeras, Gonzalo José en sintetizadores,  Lucas Millicay en los accesorios, Nick Homes en saxo soprano y clarinete bajo, Joel Lichtenstein en piano, Diego Clark en cajón peruano y Clara Presta en acordeón, Martín Molina Torres en canto, Rubén Ordoñez en voz Memi Vietto en coros y Ramón Navarro y el Negro Cortez en recitados.
Que no se te escape la escucha de este disco si te gusta el folclore, si sos curioso con las nuevas propuestas. Para mí, además, un trabajo para dejar madurar y volver a escuchar en el tiempo, en nuevos contextos sonoros,  porque estoy convencido de estar frente a un disco que hoy abre nuevos caminos a la música folclórica.
Catálogo Demúsicasargentinas.

Blancos y lilas se llama el disco de Laura Caliva. Arranca con un piano que augura que se viene algo muy bueno, “..hay algo que no se muy bien como explicar..” dice en el tema que le da nombre al disco, pero luego de escucharlo de punta a punta uno se convence que no está hablando de su música. Hay un planteo en la canción de Laura que está perfectamente delineado: pasajes armónicos, melódicos y rítmicos que se van transformando y superan los formatos tradicionales de estrofa y estribillo pero no pierden jamás el rumbo. Hay intensidades y descansos, íntimamente relacionados con lo que tiene para decir.
Se escucha un piano claro, con infinidad de recursos y una bellísima voz que interpreta profundamente. La acompañan en distintas combinaciones Facundo Guevara en percusión, Roy Valenzuela en Contrabajo, Rodrigo Domínguez en saxo, Pablo Dichiera, Pedro Caliva y Carlos Olmedo en guitarras, de invitados están Pablo Vaira en bajo eléctrico, el piano de Claudio Gandolfo y las voces de Liliana Vitale, Marina Baigorria y Pablo Olivares, dando un cuerpo a las canciones de Laura y a las tres versiones de clásicos que incorpora: GarúaRecuerdos de Ypacaraí y Por seguira las que imprime su sello personal.
Blancos y lilas es indudablemente otra entrega de canciones de esta nueva generación de músicos tan necesarios que siguen renovando el género desde la gestión independiente. Un disco recomendado para los que insisten que no hay nada nuevo bajo el puente.

Finalizaba noviembre y me corrí hasta Circe a escuchar a Sara Mamani que adelantaba su nuevo disco: Re vivir. Canciones guardadas, poemas entregados, letras escritas en máquina de escribir, que estaban esperando salir porque no se habían cantado en público ni  grabadas, rescatadas, como resalta Sara por su memoria afectiva y musical. 
Encontré el disco en Catálogo Demúsicasargentinas y me hice de un ejemplar para escucharlo, pero dejé de lado mi ansiedad y lo dejé madurar: esperé bajarme de la moto de un año intenso para disfrutarlo como sabía que esta joya merece. Y no me arrepiento.
Sara Mamani conjuga en su música la complejidad en un sonido despojado de instrumentaciones: guitarras, caja, cuatro, creando un clima que te adentra. De eso se trata Re-vivir: de parar a escuchar y disfrutar. Algunas canciones de Sara, otras en coautoría con Gloria Fuertes, Nicomedes Santa Cruz, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Manuel Castilla y “Dulce amigo” de la venezolana Gloria Martín se reúnen en una obra que también será fuente de repertorio para los intérpretes amantes de las buenas canciones. Suman su arte y su talente en las guitarras Pampi Torre y Leonardo Andersen y en el cuatro Marcela Rodríguez.
Con este disco Sara Mamani nos recuerda que también somos aquellas cosas que tenemos guardadas, que en el olvido no tenemos camino posible y por eso, además de por esta obra, le vuelvo a dar las gracias.

En el pedido del Club del disco de enero me llegó La madre de todas las batallas, el último disco editado de Adrián Abonizio pero no su obra más reciente porque se grabó entre 2008 y 2009, antes de “Tangolpeando” el último trabajo conocido del cantautor rosarino.
Trece canciones en las que encontrás el humor ácido de la “Chica McDonald”, la conjunción entre el deseo de la carne y el colonialismo de “Ay Labiu”, historias de ciudades como “En el borde de un conteiner” y “La hora maldita”,  y postales de la urbe de estos días, de esos bordes que tan sabiamente pinta Abonizio.
La primera vez no lo pude escuchar de una y de corrido: volví una o más veces cada una de las canciones porque cada palabra, cada construcción apelaba a mi atención. 
El sonido, los arreglos y la voz de Adrián hacen un combo perfecto: la guitarra y voces de Julián Venegas (que además comparte la autoría de dos temas), la percusión y programaciones de Carlo Seminara, el bajo de Mariano Sayago y todos los músicos que participan como invitados logran un registro impecable de punta a punta. Un disco deseado, esperado por muchos de nosotros que tanto disfrutamos de su obra no solo como autor en las voces de otros intérpretes. 
Las ciudades portuarias tensionan entre el adentro y el afuera permanentemente y a la mirada de muchos sus producciones culturales no son reconocidas como locales sino que se las relaciona con lo foráneo. En la lectura de muchas críticas, no específicamente a esta obra, se observa una búsqueda de influencias de referentes extranjeros. La escucha de la obra de Adrián denota en esencia una pertenencia local muy fuerte: la pinta, la sufre, la describe, la vive y eso es algo que van a sentir cuando escuchen este disco. 
Merece mención aparte el arte gráfico: el diseño, el arte de tapa y el fragmento de "La engrasada familia" de Abonizio en el cuerpo del CD.
Una obra necesaria para los que somos de atesorar los discos.